La evolución del «Internet de las cosas»
La Generación Net se define por su carácter digital (nacidos después de 1994 tras los Millenials), lo que se confirma con lo que conocemos como “Internet de las cosas” o “Internet de los objetos”. Un concepto que nació en el Instituto de Tecnología de Massachusetts y que hace referencia a las relaciones levantadas entre los objetos y las personas a través de Internet. Una forma de interconexión que permite ofrecer ingentes cantidades de datos a tiempo real y que supone una revolución a la hora de digitalizar el mundo físico que nos rodea.
Que tu entrenador diario sea un dispositivo tecnológico capaz de informarte sobre las calorías gastadas, los ejercicios a realizar o los momentos de descanso según la frecuencia cardíaca, no resulta extraño o fuera de lo habitual. Y es que actualmente la funcionalidad de los objetos se ha extendido más allá. Cualquier artículo (libros, ropa, muebles, vehículos…) puede equiparse con pequeños sensores o dispositivos de identificación, facilitando la vida cotidiana.
Muchos de los problemas a los que estamos acostumbrados acabarían por desaparecer, sin ir más lejos, la localización de una pertenencia perdida o robada. La posibilidad de controlar y gestionar todo material supone una gran oportunidad profesional. Gracias a la extracción de datos a través de objetos y redes, las compañías pueden mejorar sus estrategias y los beneficios resultantes de las mismas. Se trata de conseguir que las “cosas” posean vida propia e identidad.
De acuerdo con Gartner, una de las principales empresas de tecnología de la información en el mundo, centrada en la investigación y asesoramiento a otras marcas, se prevé que lo que se conoce como “Internet de las cosas” se incremente hasta los 26 millones de dispositivos en 2020. La cuestión surge en cuanto a cómo hacer que evolucione de manera beneficiosa tanto para usuarios como para las empresas.
Los problemas de automatización y estandarización de estos procesos están aún por solventar. Pero el abanico de posibilidades que se abre ante los negocios puede ser inmenso, pudiendo conectar por sensores los objetos entre sí a la vez que con las personas.
¿Cómo persuadir a los fabricantes para construir protocolos de comunicación estándar para los objetos cotidianos? ¿Cómo mantener los datos generados en servidores privados? ¿De qué manera ofrecer modelos de negocio donde los datos obtenidos se puedan compartir?… son algunas de las cuestiones que aún están a la espera de respuesta.
Se trata de una tendencia de mercado con un futuro alentador pero mucho camino por recorrer. La integración natural de sensores podría contribuir a agilizar procesos en la elaboración y venta de productos, abriéndose un nuevo nicho profesional destinado a ingerir e interpretar la proliferación de datos generada.